15 agosto 2006
Visitando Baviera - Día 3
Seguimos con la serie, esta entrada es la continuación de Visitando Baviera - Día 2.
La idea de Ingrid y Josef para el domingo era una subir al monte Walberla (foto). Desafortunadamente, o quizás afortunadamente para mi tobillo lesionado, el día amaneció lluvioso y hubo que cambiar de planes.
Fuimos de nuevo a Forchheim, pero esta vez con más tiempo y con luz diurna, volvimos a pasar por el centro de la ciudad (foto), por la puerta que representa el paso del tiempo (foto) en la calle principal, por la casa inclinada junto al río (foto). Pero esta vez dimos una vuelta por todo el pueblo viendo bastantes más cosas.
Por ejemplo, vimos el Kaiserplatz (el palacio del kaiser) (foto). En realidad el palacio estaba permanentemente vacío y los vecinos más ricos llevaban sus mejores muebles cuando el kaiser anunciaba su visita. Tan pronto como se iba, volvían a recuperarlos. También dimos una vuelta por el perímetro interior de la muralla, nada impresionante en altura, y por las pequeñas callejuelas con casas bajas realmente bonitas.
Una cosa curiosa en Forchheim es que muchas casas antiguas la planta de los pisos superiores es mayor que la de los inferiores (foto). Al parecer algún tipo de impuesto sobre el suelo ocupado desarrolló la imaginación de los ciudadanos, que optaron por hacer casas con poca planta, y crecer en los pisos superiores.
También dimos una vuelta en coche por el perímetro de la muralla, que si desde el interior pasaba por baja, desde el exterior lo hace por todo lo contrario.
Pasamos a recoger a Tobias y Tanja y, siguiendo esta vez el horario típico alemán para la comida, teníamos reserva a las 12:00 en un pequeño restaurante que no destacaba ni por su aspecto exterior ni por el interior, pero estaba absolutamente lleno. Está claro que en esas circunstancias, la razón no podía ser otra que una magnífica comida.
Aquí mis anfitriones, quisieron poner a prueba la capacidad gástrica de los vascos, y pidieron para mí un schäuferla (hombro de cerdo asado y acompañado con knödel y chucrut), que se supone es para dos personas. La verdad es que la carne estaba exquisita y el chucrut, del que no soy especial fan, me pareció espectacular. No obstante, fui incapaz de acabármelo todo, creo que me dejé casi un tercio, con el que me ayudó Josef. En mi descargo debo decir que a las 12 del mediodía estoy más acostumbrado a tomar un pintxo que a comer, quizás a las cuatro de la tarde la historia hubiera sido otra.
Después de esta panzada volvimos a su casa para bajar la comida antes de empezar con el plan vespertino. Allí Josef me dio un licor de la zona, similar al orujo blanco, que seguramente ayudó a mi estómago a procesar toda la comida que había en él.
El plan de la tarde era visitar los pueblos que se encuentran en el valle del río Wiesent. Esta zona se conoce como la Franconia Suiza (Fränkische Schweiz), y debe el nombre a que los artistas y poetas románticos del siglo XIX compararon su paisaje con el de Suiza. Entre ellos estaba Ludwig Tieck.
Lo primero que visitamos allí fue Gössweinstein, un pueblo famoso por su basílica barroca (foto), lugar tradicional de peregrinación. También tiene un palacio en lo alto, reformado en el siglo XIX con el estilo gótico de la época.
Una cosa curiosa de la Franconia Suiza, es que en tiempos remotos estuvo bajo el mar, y hay gran cantidad de fósiles, especialmente amonites. En Tüchersfeld hay un museo que muestra fósiles y también la forma de vida tradicional en la zona. No obstante, lo más conocido de Tüchersfeld son las formaciones rocosas (foto). Es posible subir a esas rocas y, por supuesto, lo hicimos, las vistas desde arriba son estupendas (foto).
De Tüchersfeld nos fuimos a Pottenstein (foto), como empezó a chispear nos metimos a tomar una cerveza en una cervecería. Viendo que el tiempo no mejoraba, decidimos visitar Pottenstein desde el coche. En Pottenstein hay unas cuevas (fotos) que no llegamos a visitar. Seguimos por la carretera hacia un lago (foto) que es lugar de esparcimiento cuando el tiempo acompaña. Al volver pasamos por debajo del castillo (foto).
Volviendo de Pottenstein, subimos a un castillo ya derruido que se encuentra en uno de los lados del valle y que, junto a otro castillo en la montaña opuesta, servía para controlar el paso de cualquier persona por el mismo.
De allí nos fuimos a cenar, a otro pequeño restaurante, bastante perdido, pero tan lleno como el de la mañana. La pobre camarera, que también estaba ayudando en la cocina, no daba abasto, así que la cosa fue lenta, pero mereció la pena. Esta vez comí los famosos knödel con champiñones, pero sin el más mínimo parecido con los que me había dejado probar el día anterior Ingrid. Estos estaban absolutamente exquisitos.
Como la cena se había alargado, era ya bastante tarde cuando regresamos a casa, y como el día siguiente tocaba madrugar nos fuimos directos a la cama.
Continúa en Visitando Baviera - Día 4.
La idea de Ingrid y Josef para el domingo era una subir al monte Walberla (foto). Desafortunadamente, o quizás afortunadamente para mi tobillo lesionado, el día amaneció lluvioso y hubo que cambiar de planes.
Fuimos de nuevo a Forchheim, pero esta vez con más tiempo y con luz diurna, volvimos a pasar por el centro de la ciudad (foto), por la puerta que representa el paso del tiempo (foto) en la calle principal, por la casa inclinada junto al río (foto). Pero esta vez dimos una vuelta por todo el pueblo viendo bastantes más cosas.
Por ejemplo, vimos el Kaiserplatz (el palacio del kaiser) (foto). En realidad el palacio estaba permanentemente vacío y los vecinos más ricos llevaban sus mejores muebles cuando el kaiser anunciaba su visita. Tan pronto como se iba, volvían a recuperarlos. También dimos una vuelta por el perímetro interior de la muralla, nada impresionante en altura, y por las pequeñas callejuelas con casas bajas realmente bonitas.
Una cosa curiosa en Forchheim es que muchas casas antiguas la planta de los pisos superiores es mayor que la de los inferiores (foto). Al parecer algún tipo de impuesto sobre el suelo ocupado desarrolló la imaginación de los ciudadanos, que optaron por hacer casas con poca planta, y crecer en los pisos superiores.
También dimos una vuelta en coche por el perímetro de la muralla, que si desde el interior pasaba por baja, desde el exterior lo hace por todo lo contrario.
Pasamos a recoger a Tobias y Tanja y, siguiendo esta vez el horario típico alemán para la comida, teníamos reserva a las 12:00 en un pequeño restaurante que no destacaba ni por su aspecto exterior ni por el interior, pero estaba absolutamente lleno. Está claro que en esas circunstancias, la razón no podía ser otra que una magnífica comida.
Aquí mis anfitriones, quisieron poner a prueba la capacidad gástrica de los vascos, y pidieron para mí un schäuferla (hombro de cerdo asado y acompañado con knödel y chucrut), que se supone es para dos personas. La verdad es que la carne estaba exquisita y el chucrut, del que no soy especial fan, me pareció espectacular. No obstante, fui incapaz de acabármelo todo, creo que me dejé casi un tercio, con el que me ayudó Josef. En mi descargo debo decir que a las 12 del mediodía estoy más acostumbrado a tomar un pintxo que a comer, quizás a las cuatro de la tarde la historia hubiera sido otra.
Después de esta panzada volvimos a su casa para bajar la comida antes de empezar con el plan vespertino. Allí Josef me dio un licor de la zona, similar al orujo blanco, que seguramente ayudó a mi estómago a procesar toda la comida que había en él.
El plan de la tarde era visitar los pueblos que se encuentran en el valle del río Wiesent. Esta zona se conoce como la Franconia Suiza (Fränkische Schweiz), y debe el nombre a que los artistas y poetas románticos del siglo XIX compararon su paisaje con el de Suiza. Entre ellos estaba Ludwig Tieck.
Lo primero que visitamos allí fue Gössweinstein, un pueblo famoso por su basílica barroca (foto), lugar tradicional de peregrinación. También tiene un palacio en lo alto, reformado en el siglo XIX con el estilo gótico de la época.
Una cosa curiosa de la Franconia Suiza, es que en tiempos remotos estuvo bajo el mar, y hay gran cantidad de fósiles, especialmente amonites. En Tüchersfeld hay un museo que muestra fósiles y también la forma de vida tradicional en la zona. No obstante, lo más conocido de Tüchersfeld son las formaciones rocosas (foto). Es posible subir a esas rocas y, por supuesto, lo hicimos, las vistas desde arriba son estupendas (foto).
De Tüchersfeld nos fuimos a Pottenstein (foto), como empezó a chispear nos metimos a tomar una cerveza en una cervecería. Viendo que el tiempo no mejoraba, decidimos visitar Pottenstein desde el coche. En Pottenstein hay unas cuevas (fotos) que no llegamos a visitar. Seguimos por la carretera hacia un lago (foto) que es lugar de esparcimiento cuando el tiempo acompaña. Al volver pasamos por debajo del castillo (foto).
Volviendo de Pottenstein, subimos a un castillo ya derruido que se encuentra en uno de los lados del valle y que, junto a otro castillo en la montaña opuesta, servía para controlar el paso de cualquier persona por el mismo.
De allí nos fuimos a cenar, a otro pequeño restaurante, bastante perdido, pero tan lleno como el de la mañana. La pobre camarera, que también estaba ayudando en la cocina, no daba abasto, así que la cosa fue lenta, pero mereció la pena. Esta vez comí los famosos knödel con champiñones, pero sin el más mínimo parecido con los que me había dejado probar el día anterior Ingrid. Estos estaban absolutamente exquisitos.
Como la cena se había alargado, era ya bastante tarde cuando regresamos a casa, y como el día siguiente tocaba madrugar nos fuimos directos a la cama.
Continúa en Visitando Baviera - Día 4.
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