14 agosto 2006
Visitando Baviera - Día 1
El pasado mes de junio dediqué la entrada Visitando Vizcaya a mis huéspedes Josef, Ingrid, Tobias y Tanja. Este mes han sido ellos los anfitriones alojándome en su casa durante cinco días. Viven en Forchheim, un precioso pueblo ubicado en Franconia, parte del estado de Baviera, en Alemania.
Llevo varios días intentando escribir una entrada sobre el viaje, pero me parece que hay demasiadas cosas que contar para una sola entrada, así que escribiré una distinta por cada uno de los cinco días que estuve allí.
El paisaje es increíble: amplios valles, verdes bosques y pequeños pueblos se alternan en perfecta armonía. Los bosques me recordaban a mi Vizcaya natal, no así los amplios valles que aquí escasean. Pero, sin duda, lo que más me sorprendió fueron sus pueblos. En todos ellos se respeta el estilo de construcción tradicional, con edificios que no superan las tres o cuatro plantas en el peor de los casos. Un verdadero oasis cuando se está acostumbrado a vivir entre moles de ladrillo del doble de alturas y que, en su mayoría, carecen de cualquier criterio estético.
Aunque el aeropuerto más cercano a Forchheim es el de Núremberg, Josef me dijo que podía recogerme también en Stuttgart o Múnich si me venía mejor. Al final volé a Stuttgart con HLX sin ser consciente de que está a más de 200 Km. de Forchheim.
El viaje comenzó el pasado viernes día cuatro. Aterricé en el aeropuerto de Stuttgart sobre las 12:35 con un ligero retraso, el característico de todo desplazamiento en avión. Josef había aprovechado para resolver algunos asuntos de trabajo en Stuttgart y ya me estaba esperando en el aeropuerto.
Me dio una rápida vuelta en coche por Stuttgart para que conociese un poco la ciudad, y nos encontramos con un pequeño atasco para salir de Stuttgart en dirección a Forchheim. Sobre las tres pudimos parar a comer en un restaurante de carretera. La hora, nada extraña en España, resulta bastante tardía en Alemania, donde acostumbran a comer sobre las doce. En el restaurante me sorprendió encontrar unos precios aparentemente más baratos que los habituales en España.
Creo recordar que llegamos a Forchheim sobre las cinco, allí me dieron la bienvenida Ingrid, Tobias y Tanja. A esa hora es costumbre en Alemania tomar un café con repostería, una especie de merienda. Ingrid había preparado una sabrosa tarta a la que quizás no hice suficiente aprecio por tener aún reciente la comida que, como suele ser habitual en mí, fue abundante.
Esa misma tarde, Josef e Ingrid, me llevaron a Bamberg (fotos), un pueblo muy bonito que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nos acompañaron su hija y una amiga de ella, pero ninguna de las dos tenía demasiado interés en la visita turística, así que se fueron de tiendas.
Allí me enseñaron la "Pequeña Venecia" (foto), el antiguo barrio de pescadores formado por casas de madera en la orilla del río con los pilares en el agua. Lamentablemente, no pudimos visitar la catedral (foto) por dentro porque ya había cerrado. El antiguo ayuntamiento (foto), cuya fachada está completamente pintada, se ubica en una pequeña isla en mitad del río. Esta isla conecta con ambas márgenes mediante varios puentes. En uno de ellos hay una estatua de una antigua reina bávara, Ingrind me repitió su nombre unas mil veces pero no consigo recordarlo. Espero que me perdone.
Por aquello de que conociese los sitios verdaderamente típicos, me llevaron a Schlenkerla (fotos), la cervecería más famosa del pueblo, y la más turística. Bamberg es conocido por su cerveza ahumada, que a pesar de su peculiar sabor, me gustó bastante. De hecho, me pareció la versión líquida de un queso ahumado de mi tierra, el Idiazabal. Para cenar, compartí con Josef un plato de cerdo (que no recuerdo exactamente) y unas salchichas cocinadas en vinagre, ambos me parecieron muy sabrosos. Aunque la verdad, me gusta casi todo, así que no soy una referencia muy buena.
Tras dejar Bamberg, visitamos Forchheim (fotos). El centro de la ciudad (foto) realmente merece una visita. Por la calle principal discurre un pequeño canal artificial ornamental. En esta misma calle, hay una puerta que representa el paso del tiempo (foto). También hay junto al río una casa inclinada muy bonita (foto).
Y desde aquí volvimos a casa de Josef e Ingrid, donde cogí con gusto la cama para recuperarme para el trajín del día siguiente.
Continúa en Visitando Baviera - Día 2.
Llevo varios días intentando escribir una entrada sobre el viaje, pero me parece que hay demasiadas cosas que contar para una sola entrada, así que escribiré una distinta por cada uno de los cinco días que estuve allí.
El paisaje es increíble: amplios valles, verdes bosques y pequeños pueblos se alternan en perfecta armonía. Los bosques me recordaban a mi Vizcaya natal, no así los amplios valles que aquí escasean. Pero, sin duda, lo que más me sorprendió fueron sus pueblos. En todos ellos se respeta el estilo de construcción tradicional, con edificios que no superan las tres o cuatro plantas en el peor de los casos. Un verdadero oasis cuando se está acostumbrado a vivir entre moles de ladrillo del doble de alturas y que, en su mayoría, carecen de cualquier criterio estético.
Aunque el aeropuerto más cercano a Forchheim es el de Núremberg, Josef me dijo que podía recogerme también en Stuttgart o Múnich si me venía mejor. Al final volé a Stuttgart con HLX sin ser consciente de que está a más de 200 Km. de Forchheim.
El viaje comenzó el pasado viernes día cuatro. Aterricé en el aeropuerto de Stuttgart sobre las 12:35 con un ligero retraso, el característico de todo desplazamiento en avión. Josef había aprovechado para resolver algunos asuntos de trabajo en Stuttgart y ya me estaba esperando en el aeropuerto.
Me dio una rápida vuelta en coche por Stuttgart para que conociese un poco la ciudad, y nos encontramos con un pequeño atasco para salir de Stuttgart en dirección a Forchheim. Sobre las tres pudimos parar a comer en un restaurante de carretera. La hora, nada extraña en España, resulta bastante tardía en Alemania, donde acostumbran a comer sobre las doce. En el restaurante me sorprendió encontrar unos precios aparentemente más baratos que los habituales en España.
Creo recordar que llegamos a Forchheim sobre las cinco, allí me dieron la bienvenida Ingrid, Tobias y Tanja. A esa hora es costumbre en Alemania tomar un café con repostería, una especie de merienda. Ingrid había preparado una sabrosa tarta a la que quizás no hice suficiente aprecio por tener aún reciente la comida que, como suele ser habitual en mí, fue abundante.
Esa misma tarde, Josef e Ingrid, me llevaron a Bamberg (fotos), un pueblo muy bonito que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nos acompañaron su hija y una amiga de ella, pero ninguna de las dos tenía demasiado interés en la visita turística, así que se fueron de tiendas.
Allí me enseñaron la "Pequeña Venecia" (foto), el antiguo barrio de pescadores formado por casas de madera en la orilla del río con los pilares en el agua. Lamentablemente, no pudimos visitar la catedral (foto) por dentro porque ya había cerrado. El antiguo ayuntamiento (foto), cuya fachada está completamente pintada, se ubica en una pequeña isla en mitad del río. Esta isla conecta con ambas márgenes mediante varios puentes. En uno de ellos hay una estatua de una antigua reina bávara, Ingrind me repitió su nombre unas mil veces pero no consigo recordarlo. Espero que me perdone.
Por aquello de que conociese los sitios verdaderamente típicos, me llevaron a Schlenkerla (fotos), la cervecería más famosa del pueblo, y la más turística. Bamberg es conocido por su cerveza ahumada, que a pesar de su peculiar sabor, me gustó bastante. De hecho, me pareció la versión líquida de un queso ahumado de mi tierra, el Idiazabal. Para cenar, compartí con Josef un plato de cerdo (que no recuerdo exactamente) y unas salchichas cocinadas en vinagre, ambos me parecieron muy sabrosos. Aunque la verdad, me gusta casi todo, así que no soy una referencia muy buena.
Tras dejar Bamberg, visitamos Forchheim (fotos). El centro de la ciudad (foto) realmente merece una visita. Por la calle principal discurre un pequeño canal artificial ornamental. En esta misma calle, hay una puerta que representa el paso del tiempo (foto). También hay junto al río una casa inclinada muy bonita (foto).
Y desde aquí volvimos a casa de Josef e Ingrid, donde cogí con gusto la cama para recuperarme para el trajín del día siguiente.
Continúa en Visitando Baviera - Día 2.
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